Inmerso en el campo, en lo que una vez fue un bosque sagrado (Lucus en latín), hay una iglesia que ha sido restaurada varias veces, pero sigue siendo un espléndido ejemplo de arquitectura románica. La hermosa iglesia románica de Santa María del Lago es sin duda el monumento más importante de Moscufo y su orgullo y alegría. La iglesia, antiguamente llamada así por la proximidad del bosque (Lucus) era una abadía benedictina, como lo demuestran las aberturas laterales en forma de ojiva hacia el claustro. La fachada, extremadamente desnuda y simple, introduce un interior elegante y sobrio, con elegantes frescos del siglo XII, desafortunadamente parcialmente descoloridos por el tiempo y por la superposición de otras pinturas. Pero la verdadera obra maestra de la iglesia es el ambón policromado, del maestro Nicodemo da Guardiagrele, un bello ejemplo de escultura románica. Talladas en relieve en el ambón hay historias del Antiguo Testamento (entre ellas: David frente al oso, Jonás tragado por el pez, Jonás rechazado por el pez); historias de santos (San Jorge matando al dragón); figuras alegóricas; animales fantásticos; figuras humanas deformes como telamones. Los símbolos del Tetramorfo están esculpidos en dimensiones más grandes y en un relieve mucho más acentuado. La obra también está firmada y fechada (1159). Los grandes rastros de policromía que aún se pueden ver hacen de este valiosísimo monumento -entre los más grandes de Abruzzo, pero sin duda de importancia nacional- una rara evidencia del uso de esculturas de pintura, antes muy difundidas pero ahora apenas visibles debido a la degradación del color. La misma iglesia todavía alberga una valiosa Virgen con el Niño de 1490, atribuida a Andrea de Litio, el mayor pintor abruzo de su tiempo.